Ni blancas ni negras ni rojas. Esta es la guía que mi
pediatra me dio en sus primeros días para saber si mi bebé hacía caquitas
normales.
Y, aunque parezca una indicación muy escueta, debo decir que
me sirvió de mucho. Porque las deposiciones del bebé cambian a medida que
crece, cuando va incorporando alimentos, etc. Pueden ser tan variadas en
cantidad, color, textura y frecuencia que se acaba antes diciendo cómo no deben
de ser que cómo deberían de ser.
Por tanto, mamis primerizas, a grandes rasgos lo que debéis
vigilar es que no sean ni blancas ni negras ni rojas (esto significa con
sangre). Cualquier tonalidad desde el amarillo más claro al verde oscuro es
normal. La textura cambia según lo que coma, así como su frecuencia. Por ejemplo,
las deposiciones del lactante recién nacido que toma pecho son muy líquidas,
frecuentes –prácticamente cada vez que come- y tienen un olor dulzón, casi se
diría que no huelen mal comparadas con las que vendrán después. Cuando se
introduce la leche artificial es normal que la frecuencia disminuya, la textura
se vuelva más granulosa y el color y olor sean más intensos. A veces aparecen
deposiciones de dos colores: amarillo mostaza y verde. Eso es por el tiempo que
pasa la comida en el tracto digestivo, de forma que cuando sale, hay una parte
que ya es vieja y otra más reciente que tiene una apariencia más fresca.
Con los cereales puede aparecer algo de estreñimiento y
caquitas más duras, y con la introducción de frutas y verduras, al contrario,
podemos ver que “se suelta el vientre”. En general, no se habla de
estreñimiento si el bebé no pasa más de 48 horas sin hacer ni una sola
deposición y para hablar de diarrea tendríamos que cambiar unos 9 o 10 pañales
de deposiciones prácticamente líquidas al día (esto puede suceder cuando hay
una gastroenteritis).